FeaturedPara perder el tiempo

GONZO CAPITAL (Parte 1)

Era martes, las deudas me corroían como cáncer de próstata, atacando directamente mi hombría. La hombría es un concepto dudoso para aquellos que como yo, viven siendo libres de ataduras. Recibí la llamada sobre las deudas y decidí firmemente que debía escribir un post sobre el periodismo Gonzo. La sensación me recorrió de nuevo y de la nada me sentí frente a un bosque profundo, misterioso, con el teclado de mi máquina de escribir como ballesta.

Pero las misiones personales nunca salen como quieres, recibí una segunda llamada, el jefe que del blog que se llama gh rocks o algo así, me dijo que el corona se avecinaba, me dijo que las bandas importaban, me dijo que la música importaba. Me dijo tantas cosas y yo sólo imaginé el bosque una vez más, sólo que lleno de vacas pastando  notas musicales sin mirarse entre ellas.

“Mañana a las 11 por tu pase de prensa” Dijo con voz de anónimo.

Sabia que era hora de escribir Gonzo. Gonzo sobre vacas.

El nombre de Gonzo siempre me ha parecido un perfecto nombre de calamidad. Las señoras chillarían al ver sus casas derrumbarse ante el huracán llamado Gonzo. Sudamérica enviaría ayuda. Los presidentes pescarían votos para su sucesores como si se tratara de un mar revuelto por las dudas.

Las dudas me acongojaron cuando abrí la página de wikipedia, nadie hablaba de drogas, ningún editor del nuevo milenio se había percatado de lo que realmente significaba escribir Gonzo; ser una calamidad, un héroe para los que gozan de mirarse en el espejo con la nariz llena de talco para el alma.

Mi alma me hizo levantar el teléfono. Mi padre me gritó desde su oficina que no hiciera llamadas a celular. Nunca me entenderá, es el destino de los que no se atreven a lanzar una roca al pasado para sólo escuchar el eco de los días rasgados por la modernidad.

Dante me contestó con su voz alegre de siempre, un gran hombre ese Dante, un soñador como muchos de nosotros no nos atrevemos a ser. Eminencia química de Texas. Cuando era pequeño decidió que quería ser libre como onza de marihuana en manos de  adolescentes y desde ahí estudió como chico de la sierra con ganas de superarse, se transformó en un esclavo de la marea para después sembrar con sus aguas las mejores drogas libertadoras del planeta. Un héroe anónimo. Conseguí su teléfono meses atrás en casa de un puertorriqueño que quería besarme. Nunca entendí como llegué a aquel lugar. La noche se deslizó por mi garganta como lencería sobre cuerpo de travestí. Transformándome en lo que siempre temí; una fiera salvaje con ganas de aullar de madrugada con cualquier manada.

La manada del puertorriqueño era una manada de varones, en cuanto entré al departamento con el anfitrión todos me voltearon a ver con ojos de cobra. Serpientes ponzoñosas de bar rosa. Salí huyendo de aquel lugar con el celular del puertorriqueño en mi manos. Lo robé cuando este se concentraba en besar mi pecho. Después pateé su entrepierna y la verdadera cobra gritó. El crédito hoy en día es indispensable. Un soñador como yo necesita comunicarse constantemente con las estrellas.

Dante se encontró conmigo en el barrio rosa. Justo detrás del edificio de la AFI; en la boca del lobo antinarcóticos. – ¿Whats up dude? – preguntó sacando una pequeña cangürera. – Im working in a gonzo article, and you know, i need some inspiration, some nasty girls for my modern hearth.- Dante rió como solo los gringos exitosos saben reir -Whatever dude ¿how much you got? – Le otorgué todo el dinero que había tomado de la cartera de mi padre a manera de patrocinio involuntario.

Bienaventurados sean los padres que invierten en la destrucción de las cadenas de sus hijos, ya que de ellos, será el reino de los cielos.

El stash del viaje era el más completo de todos los tiempos; gramos y gramos de diversión multicolor con porros, bolsitas ziplock, y origamis de ensueño. Entrar a festivales con drogas siempre depende de tener alguna acompañante voluptuosa o una panza voluptuosa en su defecto. Mi soledad me obligó a tomar la segunda opción.

Junto con mis lentes de pasta me aventuré a subirme al metro. Todo el rodeo Corona Capital comenzó en ese momento. El calor hizo que mi garganta se secara al doble ¿Cuantos muchachos se estimulan sólo para volverse un numero más? Un boleto más, un hombro más haciendo sudar el pecho del otro. Las risas de las niñas tronaron en mi cabeza como fuegos artificiales, el festival se mostraba ahora con rostro de obrero listo para intoxicarse en la fabrica, los perfumes de trabajo se combinaron con hormonas. El pequeño silencio entre dos trenes que están a punto de rozarse, la falta de oxigeno y sales victorioso hacia la superficie, con el palacio de los deportes abriendo sus piernas y coqueteándote desde la calle, justo como la vecina que te ayudó a mitificar tu sexualidad.  El cielo en un palacio de  recubrimiento ámbar y más allá, un circuito de almas listas para estallar sus carteras por una cerveza caliente. Todos los análisis simplistas sobre nuestra miseria nacional en un sólo festival.

Bajé del vagón y miré las primeras vacas sin ganado, esperando a que sus amigos transbordaran con velocidad y con suerte, tomaran un tren conducido por un ex chofer de ruta 2 lleno de hambre de periférico.

Afuera el sol violó mi condición de alma libre. La garganta se secó al triple, tomé un poco de oxigeno blanco en el camino emulando que buscaba algo en la basura. La resequedad bucal desapareció, el sentimiento bovino desapareció, el sol se desnudó.

Mis dientes se apretaron, era un hombre lobo que se activaba con el astro Rey y las niñas de playeras apretadas me parecieron simples; reinas del camino con un par de converse autografiados de recuerdos.

Los buitres de la fe descendieron sobre el camino con violencia y lonas azules, vendían frases para la música, banderas de movimientos firmados por hombres gordos de disqueras independientes. No entiendo la palabra independiente en la música, es como la palabra princesa en una niña que lo único que quiere es ser toqueteada por todos los chambelanes de su fiesta. Las princesas son unas perversas. Los músicos son tan independientes del sistema como yo soy independiente de mi padre. El rock a veces me suena a un berrinche juvenil para un padre que murió antes de que nacieras.

La primera reja del rodeo apareció frente a mis ojos, con suerte mi gran estomago seria tomado con respeto y nadie tendría violencia a esa hora de la mañana. Me dejé revisar por un muchacho nervioso, apenas si se atrevió a tocarme, creo que toda su actitud fue producto de lo mal que hablaba inglés; tomé la idea de el camión monstruo de la entrada, todos lo trataban con el mismo respeto con el que se trata el cadáver de Mesías. Grave Digger, el inmortal Grave Digger destrozando conciencias de televidentes desde 1985.

Violé al muchacho con mi clásica mirada de Kurosawa, él se apresuró a pedirle a una chica atrás mió que pasara con las señoritas de seguridad, reí para mis adentros, siempre he pensado que los científicos deberían inventar una enzima que provoque el cambio de sexo en el hombre cuando éste se excite, sólo así las miss universo perderían sus argumentos con la paz mundial hecha realidad.

El ganado de muchachos me dirigió hacia la segunda entrada, tiré el boleto a la basura, saque la bolsa de mi estomago falso y regresé a mi estado natural como si fuera producto milagroso de venta televisiva. La gran bolsa de felicidad era ahora un práctica cangürera de herramientas psicotrópicas.

Fue entonces cuando supe que estaba dentro de aquel gran corral de admiradores bovinos, siempre deseando, siempre estirando las manos, siempre produciendo mas bovinos para que admiren a nuestros rockeros.

Y a los hijos de nuestros rockeros.

Amén.

(Continuara…)

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2 Comments
  • Anaí
    Anaí
    noviembre 8, 2010 at 3:13 pm

    Me encanta subirme al carro de tu imaginación y observar por la ventana como tu creatividad erige edificios de papel que contienen tus historias.

  • Bitacoras.com
    noviembre 8, 2010 at 6:54 pm

    Información Bitacoras.com…

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