Dicen que cada viaje te cambia algo dentro de ti, algo tal vez mínimo que a veces no notamos pero no somos los mismos que se fueron.
Siempre que había viajado veía estos pequeños cambios, tal vez en algunos regresas con nuevas ideas o con nuevos recuerdos que tendrás para siempre. Pero hace nueve años tuve la dicha de hacer un viaje que me cambió la vida.
Yo tenía un año que había entrado a estudiar Arqueología y por lo mismo de la carrera desde primer semestre nos tocó viajar. Los primeros viajes que hice solamente eran de un grupo de compañeros que van a cierto lugar a conocer cierta zona arqueológica y nos llenan de datos, información y curiosidades del lugar; por las tardes o noches éramos libres de hacer lo que quisiéramos y entonces nos dedicábamos a conocer los lugares pero siempre en grupo.
Se acercaban las vacaciones de Semana Santa y una amiga me invitó a colaborar en unos talleres para niños que se darían en distintos municipios de San Luis Potosí, yo no quería pasar las vacaciones en mi casa y decidí aceptar la invitación, no tenía la menor idea del impacto tan grande que esta decisión iba a tener en mi vida. Nos fuimos un viernes en un autobús que llevaba aproximadamente 50 personas que formábamos parte del equipo. Cuando llegamos a la comunidad donde estaríamos nosotros (un grupo de cinco personas) me impactó el llegar y ver todo completamente vacío, no había ni una sola persona en la calle. Fuimos directo a presentarnos con las autoridades del lugar, así como a entregar los permisos pertinentes. Ya hasta la noche pudimos conocer a la gente en una junta que se iba a realizar, hasta ese momento para mi no había nada extraordinario.
Todo cambió cuando tuvimos la oportunidad de conocer a la gente. Personas que te brindan su confianza, que te comparten sus alimentos, que te permiten entrar a su casa y conocer a su familia; ahí fue donde mi vida cambió. Estaba tan acostumbrada a solamente ver lugares, quedarme con paisajes pero nunca dejaba envolverme por completo por todo lo que me ofrecía un lugar. Convivir con las personas de ahí fue lo que me cambió la vida; las ideas, sus metas, sus sueños, la forma en que ven su entorno; todo era nuevo para mi y poco a poco durante una semana me hicieron cuestionarme completamente mi vida y la forma en que estaba viviendo, si realmente estaba aprovechando todo lo que tenía. Gracias a todo esto me hicieron abrir los ojos en muchas cosas, pero sobretodo me regalaron nuevos ojos para ver la vida y cada viaje. A partir de ahí ningún viaje fue igual para mi, ya no sólo era ir y disfrutar los lugares o sitios era cuestionarme y ver la forma en que la sociedad vivía, no quedarme sólo con lo obvio y siempre regresar con alguna idea o experiencia nueva. También este viaje me enseñó a no dejar que mis miedos me impidieran disfrutar por completo de los lugares, aventarme a vivir el momento y disfrutarlo. Me enseñó a ver que la belleza de un lugar se basa en la gente con la que vives ese viaje.
Cuando vas a lugares así la vida te da una oportunidad más de valorar lo que quieres, pero lo mejor que te puede pasar es regresar con el corazón lleno de amor. Ya son nueve años de la primera vez que fui a ese mágico lugar para mi y aún sigo en contacto con la gente de allá, tengo la dicha de decir que son personas que siguen en mi vida y que cada día son mi recordatorio de lo que vale la pena. Para mi hay un antes y un después de este viaje.
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